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Serra de Rodes, Cap de Creus, Girona

Esta es una colaboración de Patxi. Enviado especial de piedrolos.com en Catalunya

En este rincón del mundo, donde los Pirineos han elegido sumergirse para descubrir los secretos escondidos bajo el Mediterráneo, es fácil sentir la humildad de los intentos humanos por perdurar, en medio de las piedras, gracias a las piedras.

Tras recorrer el mínimo corredor que la montaña ha cedido al hombre entre las rocas y el mar, una vertiginosa ascensión conduce hasta el abandonado poblado medieval, y acaba en el monasterio de Sant Pere de Rodes. Al aproximarse uno puede imaginar el efecto que la espectacular construcción producía sobre los peregrinos, que en su época de esplendor se acercaban al monasterio en busca de indulgencias, y comprende la expresión “temerosos de Dios”. Unos metros más cerca de la cumbre se distinguen los restos del castillo de Sant Salvador de Verdera, vigía y protección para los temerosos de los hombres.

En esta sierra en que el poblador puede anticiparse a los agresores, lleguen del mar o del interior, el ser humano se esforzó por sacar partido a la tierra que encontraba entre las piedras. Vivió y murió entre ellas. Su vida la recuerdan los muros de las masías para los hombres y mujeres, los cercados para los animales, y las terrazas para los cultivos.

Su muerte, los cementerios, los dólmenes y los sepulcros corredor.

Un novato en estos temas como yo, delante de los dólmenes (muchos de ellos alardes de difícil comprensión, dados los escasos medios para mover piedras que debían existir hace cinco mil años) se pregunta si estos monumentos son fruto del esfuerzo de un ser por perdurar tras su muerte, o el homenaje de sus congéneres al fallecido que merece trascender y ser recordado. Quizás democráticamente todos y cada uno de aquellos ancestros tuvieron un día su monumento megalítico.

En cualquier caso, la persona atraída por estos monumentos disfrutará paseando por esta sierra. En el plano del Parc Natural del Cap de Creus del “Institut cartogràfic de Catalunya” encontrará una veintena de ubicaciones. Si acude a la oficina de turismo de Llançà encontrará también un folleto descriptivo con el título “ruta megalítica y prerrománica”. El aficionado a andar dispondrá de infinidad de posibilidades para recorrer la sierra en busca de monumentos. El purista, además, encontrará razones para polemizar sobre la restauración monumental, eligiendo entre los dólmenes reconstruidos y los vestigios sin retocar. Y cuando el observador se harta de piedrolos, puede sentarse cara al mediterráneo y, en un día sin viento, observar el agua remansada frente al blanquísimo Port de la Selva, y más allá descansar la vista sobre el azul del mar abierto.

¡Qué diferente el mediterráneo de nuestra tierra (Navarra)!, donde las piedras acaban cubiertas de musgo, y en la que después de un día de piedrolos, lo más fácil es acabar de barro hasta las cejas, en medio de la niebla. Esa niebla que nos hizo creer en lamias y basajauns, y que imagina exotéricas uniones entre Okabe y Stonehenge. Aquí no, aquí muchos días del invierno, en un lugar resguardado puedes tomar el sol, y en primavera ya puedes bañarte sin ropa en Cap Ras.

Las personas utilizaron las piedras (harriak) y las palabras (hitzak) para perdurar. Pero ni ellos, ni nosotros, ni estas fotos, ni estas palabras, sobrevivirán a esas piedras.

Patxi. Cap Ras, Abril/Apirila 2006